Báñate por dentro

La gente en general empieza a estar concienciada con la buena alimentación, pero manifiesta muy poco interés por la cantidad y el tipo de líquido que bebe. El cuerpo humano está compuesto en su mayoría por agua (70%).

Deberíamos garantizar la hidratación en todas las edades y circunstancias con los líquidos que ingerimos, el agua que bebemos y el contenido en los alimentos.

La deshidratación provoca cansancio, dolor de cabeza, dificultad de concentración y malestar general. Una pérdida del 2% del agua corporal supone entre otros síntomas, una merma del 20% de la energía física y cuando se pierde el 10% se eleva el riesgo de sufrir complicaciones graves de salud.

Las necesidades basales de líquidos en la población adulta se estiman en torno a 30-35 ml por Kg de peso y día. Hay circunstancias que incrementan estas necesidades del organismo como lo son el estrés, la actividad, el ejercicio físico, el aumento de la temperatura ambiental, la fiebre, las pérdidas de líquidos por vómitos y/o diarreas, las quemaduras, etc.

No se debe esperar a sentir sed para tomar líquidos. La boca seca ya es síntoma de deshidratación y el instinto de beber se pierde con la deshidratación progresiva. Por eso, no hay que confiar en la sed y conviene beber entre 8 y 10 vasos de agua a lo largo del día.

Según el estudio “Fluid intake from beverages in Spanish adults; cross-sectional study”, la mitad de la población española estudiada no cumplía con las recomendación de la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria Europea) para la ingesta de líquidos. Además de la cantidad de líquidos necesarios para asegurar una hidratación adecuada, es importante tener en cuenta el perfil nutricional de las distintas bebidas escogidas y su equilibrio en el conjunto de la dieta. Por ejemplo, una cuarta parte de la población en el estudio mencionado, consumía un exceso de azúcar procedente de las bebidas.

La mejor opción para evitar la deshidratación es el agua. Podemos además tener en cuenta otras bebidas y alimentos con un componente alto en agua (frutas y verduras), siempre que se tomen en el marco de una alimentación saludable.

-Los batidos verdes, con toda la fibra de sus componentes, nos proporcionan una cantidad de líquido y de nutrientes interesantes como vitaminas, minerales, grasas saludables y antioxidantes (antocianinas, polifenoles, etc). Pero lo que es más importante es que la fibra contenida en estas bebidas nos asegura una absorción mantenida de los azúcares, evitando así el exceso nocivo de este nutriente.

-Los licuados o zumos de frutas y verduras aportan hidratación y antioxidantes de rápida absorción. Sin embargo, en ellos la concentración de azúcar es mayor que la original de la fruta. Puede ser más adecuado tomarlos en situaciones de actividad física.

-Los refrescos azucarados suponen calorías vacías cargadas de azúcares. No es recomendable apagar la sed tomando refrescos azucarados que además han demostrado científicamente, ser un factor de riesgo para padecer obesidad.

En relación con las bebidas alcohólicas, hay que tener en cuenta que el alcohol promueve la eliminación de líquidos por el organismo, y no ayuda a hidratar el cuerpo. En la misma situación se encuentran las saludables infusiones de distintas hierbas (menta, té, manzanilla, etc) que aún aportando beneficiosos componentes activos, tienen un efecto diurético (aumentan la eliminación de líquidos). Estas bebidas se deben acompañar de una mayor ingesta de agua.

Nuestro consejo es que toméis mucha agua este verano, siendo la mejor alternativa para la sed. Si queréis darle más sabor, podéis añadirle frutas (limón, lima, arándanos, sandía, etc). Podéis también complementar la ingesta de agua con batidos verdes y cremas frías de frutas y verduras.

 

Paula Saiz de Bustamante

Farmacéutica Especialista en Nutrición.

Para Health&Go

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